martes, 12 de enero de 2016

Don Quijote de La Mancha: La poesía en el Quijote (III)

Después del a aventura con los galeotes, Don Quijote y Sancho se adentran en Sierra Morena, intentando ocultarse de la Santa Hermandad. Al comenzar el capítulo XXIII don Quijote encuentra una maleta podrída de la que extrae un librillo de memoria, en el que lee el siguiente poema
    O le falta al Amor conocimiento,
o le sobra crueldad, o no es mi pena
igual a la ocasión que me condena
al género más duro de tormento.
    Pero si Amor es dios, es argumento
que nada ignora, y es razón muy buena
que un dios no sea cruel. Pues ¿quién ordena
el terrible dolor que adoro y siento?
    Si digo que sois vos, Fili, no acierto;
que tanto mal en tanto bien no cabe,
ni me viene del cielo esta ruina.
    Presto habré de morir, que es lo más cierto;
que al mal de quien la causa no se sabe
milagro es acertar la medicina.


En el capítulo XXVI, el Caballero de la Triste Figura continua con su largo estado de melancolía, a imitación de Amadís, en un lozano prado de lo más alto de Sierra Morena. Allí escribió versos por doquier en alabanza de su amada Dulcinea. De todos ellos estos sólos se hallaron:
    Árboles, yerbas y plantas
que en aqueste sitio estáis,
tan altos, verdes y tantas,
si de mi mal no os holgáis,
escuchad mis quejas santas.
    Mi dolor no os alborote,
aunque más terrible sea,
pues, por pagaros escote,
aquí lloró don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.

    Es aquí el lugar adonde
el amador más leal
de su señora se esconde,
y ha venido a tanto mal
sin saber cómo o por dónde.
    Tráele amor al estricote,
que es de muy mala ralea;
y así, hasta henchir un pipote,
aquí lloró don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.

    Buscando las aventuras
por entre las duras peñas,
maldiciendo entrañas duras,
que entre riscos y entre breñas
halla el triste desventuras,
    hiriole amor con su azote,
no con su blanda correa;
y, en tocándole el cogote,
aquí lloró don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.


En el capítulo XXVII el cura y el barbero, disfrazados de dama y escudero, esperaban a la fresca sombra de unas peñas y unos árboles, la llegada de Sancho acompañado de don Quijote, cuando escucharon  la dulce y regalada voz de Cardenio que estos versos cantaba:
¿Quién menoscaba mis bienes?
            Desdenes.
¿Y quién aumenta mis duelos?
            Los celos.
¿Y quién prueba mi paciencia?
            Ausencia.
De este modo, en mi dolencia
ningún remedio me alcanza,
pues me matan la esperanza,
desdenes, celos y ausencia.

¿Quién me causa este dolor?
            Amor.
Y ¿quién mi gloria repugna?
            Fortuna.
Y ¿quién consiente en mi duelo?
            El cielo.
De ese modo, yo recelo
morir de este mal extraño,
pues se aúnan en mi daño
amor, fortuna y el cielo.

¿Quién mejorará mi suerte?
            La muerte.
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
            Mudanza.
Y sus males, ¿quién los cura?
            Locura.
De ese modo, no es cordura
querer curar la pasión,
cuando los remedios son
muerte, mudanza y locura.
Escucharemos de este poema la versión de Ángel Corpa, fundador del grupo Jarcha, grabada en un CD titulado Amor tiene por nombre, del año 2005, dedicado íntegramente a musicar la poesía cervantina (El Quijote, La Galatea, ...). Es muy interesante la carrera discográfica en solitario de este magnífico cantautor, pues tiene otro disco dedicado a la poesía de Rafael Alberti (Verte y no verte, 2004), otro dedicado a la poesía del renacimiento y del siglo de oro español, grabado con la Orquesta Sinfónica de la RTVE (Cansonetos, 2007) y recientemente acaba de publicar otro trabajo donde pone música a los versos de Pablo Neruda (Aquí te amo, 2015).



El joven Cardenio entona un soneto antes de que el cura y el barbero vayan a su encuentro:
    Santa amistad, que con ligeras alas,
tu apariencia quedándose en el suelo,
entre benditas almas en el cielo
subiste alegre a las empíreas salas:
    desde allá, cuando quieres, nos señalas
la justa paz cubierta con un velo,
por quien a veces se trasluce el celo
de buenas obras que a la fin son malas.
    Deja el cielo, ¡oh amistad!, o no permitas
que el engaño se vista tu librea,
con que destruye a la intención sincera;
    que si tus apariencias no le quitas,
presto ha de verse el mundo en la pelea
de la discorde confusión primera.

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