jueves, 1 de marzo de 2012

La música de El siglo de las luces y la música en la obra de Alejo Carpentier

Para finalizar el análisis documental de El Siglo de las Luces de Alejo Carpentier vamos a ilustrar las referencias musicales que aparecen en la novela, como si se tratara de la banda sonora original (BSO) de una película. Y para completar la entrada del blog incluiremos un interesantísimo trabajo de Carlos Villanueva sobre el significado de la música en la obra de Carpentier.

La primera referencia musical que aparece en la novela es al flautista Johann Joachim Quantz.
"(...) Carlos, con flauta y tricornio de cartón, fue reconocido por Federico de Prusia, aunque mucho se empeñara en demostrar que había querido representar al flautista Quantz. (...)" pag. 54
Como ejemplo de la obra de este compositor e intérprete podeis escuchar el 1º movimiento (Allegro ma non tanto) del Concierto para dos flautas en Sol mayor y, el 1º movimiento (Allegro assai) de la Sonata para flauta en Do mayor QV1-42.



Tras la huída de los protagonistas de La Habana hacia Port-au Prince, aparece una referencia a la ópera Zémire et Azor del compositor André Grétry.
"(...) Se hallarían en una Francia ultramarina, donde se hablaba otro idioma y se respiraban aires distintos. Irían al Cabo Francés para asistir, en el Teatro de la Rue Vaudreuil, a alguna representación de Le légataire universel o de Zemire et Azor. (...)" pag. 92
Podeis ver y escuchar a continuación cuatro fragmentos de esta ópera (basada en el cuento tradicional de la bella y la bestia).



De André Grétry también se cita otra de sus óperas más famosas Richard Coeur-de-lion, de la que ya hemos escuchado el fragmento Oh, Richard! Oh, mon roi! en una entrada anterior de este blog. Escuchemos ahora los fragmentos: Une fièvre brûlante, La danse n'est pas ce que j'aime y, Je crain de lui parler la nuit o Mon coeur qui bat.



En Bayona, Esteban oculta a Victor la contradicción que le produce el rechazo de la masonería por los nuevos aires revolucionarios. Wolfgang Amadeus Mozart aparece citado como autor de himnos masónicos. Poco más adelante se le volverá a citar cuando el exiliado español Martínez de Ballesteros aporrea enfurecido el pianoforte de la librería <<de la Fraternité>>.
"(...) Allí se oía mucha música de un inspirado compositor masón, llamado Mosar, o Mótzarth, o algo parecido, pues un varítono vienés cantaba alguno de sus himnos en las ceremonias de iniciación, embelleciendo de ricos calderones las melodías de: <<Oh, santa unión de los fieles hermanos>>, o de la invocación: <<Vosotros que honráis al creador bajo los nombres de Jeovah, Dios, Fú o Brahama.>> (...)" pag. 116
"(...) <<No debería tocar música de un masón como Mossar -dijo,al terminar el trozo-. Podría haber un delator oculto en la caja de armonía.>> (...)"  pag. 126
De este maravilloso y genial masón podeis escuchar alguna de sus piezas más populares: el Adagio del Concierto para clarinete y orquesta en La mayor K622, el dueto de Papageno y Papagena de la ópera La flauta mágica y, la Sinfonía nº 25 K183



En esta última escena se cita a un compositor de canciones, François Girouet, del que no hemos localizado ninguna noticia, por lo que pudiera tratarse de un personaje de ficción. Sin embargo, sí documentamos algunas de las canciones que Martínez de Ballesteros lee a Esteban en la librería <<de la Fraternité>>.
"(...) Y acercándose a un pianoforte maltrecho, se puso a hojear las últimas canciones de François Girouet, editadas por Frére, que en todas partes se cantaban con acompañamiento de guitarra, según una clave cifrada que fácilmente se entendía. Mostró los títulos a Esteban: <<El Arbol de la Libertad>>, <<Himno a la Razón>>, <<El Despotismo aplastado>>, <<La nodriza republicana>>, <<Himno al salitre>>, <<El Despertar de los Patriotas>>, <<Cántico de los mil herreros de la Manufactura de Armas>>. (...)" pag. 125
Podeis escuchar abajo algunas de las canciones populares de la época de la Revolución Francesa (además de las que ya suenan en entradas anteriores de este blog), entre las que se encuentran Ronde pur la plantation d'un arbre de la liberté y Le salpêtre Républicain.




El siguiente compositor citado en la obra es François-Joseph Gossec, cuando, rumbo a las Antillas, los soldados ensayan una de sus marchas militares. Aparecerá nuevamente en el momento en que Víctor Huges llega a Cayena como Agente del Directorio.
"(...) En el castillo de popa, la banda del regimiento de Cazadores de los Pirineos ensayaba una marcha de Gossec, a la que habíase añadido un trio para <<tuntún>> y pífano vascongado, cuya ejecución era tan superior a la de lo escrito en solfa, que todo el resto, por desafinado y ríspido, levantaba las burlas de la tropa. (...)" pag. 133
"(...) Y lo tragicómico del caso era que para demostrar sus buenas intenciones, Victor Huges había llegado a Cayena con una banda de música ostensiblemente instalada en la proa de su barco (...). Ahora habían sonado alborotosas marchas  de Gossec, canciones de moda en París, rústicas contradanzas de pífano y clarinete, en el lugar donde, seis años antes, se había oido tantas veces el siniestro ruido de la cuchilla caida de sus montantes, cuando era probada por Monsieur Anse. (...)" pag. 282
Podeis escuchar el famoso Veillons au Salut de l'Empire, que Gossec adaptó con aire de obertura, de un aria de la ópera Renaud d'Ast (1787) del compositor Nicolas Dalayrac. La letra es obra de Adrien-Simon Boy, cirujano jefe de los ejércitos del Rhin, en los últimos meses de 1791. También podemos escuchar la Sinfonía en 17 partes (compuesta en 1809, para conmemorar el vigésimo aniversario de la toma de La Bastilla) del que se considera padre de la sinfonía francesa y cuyo 1º movimiento podría ser buen ejemplo de las citadas 'marchas alborotosas'.




La siguiente obra musical que se cita en la novela es la ópera La Serva Padrona de Giovanni Pergolesi, formando parte del repertorio de la troupe de Monsieur Faucompré, [hemos reproducido el fragmento en cuestión en una entrada anterior del blog]. Y forma parte del repertorio musical que sonaba en la finca Artemisa, donde Esteban y Sofía pasan la nochevieja de 1799 [pondremos el fragmento un poquito más adelante] . Ahora podeis disfrutar de esta ópera cómica.




Otra de las obras que la troupe de Monsieur Faucompré representa en su gira por el Caribe es La belle Arsène de Pierre-Alexandre Monsigny [desgraciadamente no he conseguido ni audio ni video de esta pieza musical, ni tan siquiera de un fragmento].
Los siguientes compositores citados por Carpentier son Giovanni Paisiello y Domenico Cimarosa, cuyos estilos eran magníficamente interpretados por las señoritas Montmousset y Jeandevert, cantantes en la compañía de Faucompré.
"(...) Con Faucompré venían Madame Villeneuve, cuyo talento versátil se acomodaba, si era necesario, a los papeles de pastora ingenua tanto como al de madre de Gracos o reina infortunada, y las Damoiselles Montmousset y Jeandevert, rubias y parleras, magníficas en todo lo que fuese el estilo de Paisiello y Cimarosa. (...)" pag. 210
Para haceros una idea del estilo de estos dos autores, podeis escuchar, de Paisiello, el fragmento Nel cor più non mi sento de la ópera La Molinara, la conocida Cavatina de su famosa ópera Il barbiere di Siviglia [incluida en la BSO de la películar Barry Lyndon (1975) de Stanley Kubrick] y la ópera Don Chisciotte y, de Cimarosa, los fragmentos Cara, non dubitar y Perdonate, signor mio de la ópera Il matrimonio segreto y la ópera La vanità delusa o Il mercato di Marmontel.




Finalmente, la compañía operística del señor Faucompré representa la obra Le devin du village de Jean-Jacques Rousseau. Vamos a reproducir ampliamente este magnífico fragmento de la novela de Carpentier y después podreis disfrutar del audio íntegro de dicha ópera. Esta ópera aparece, de nuevo, citada al final de la novela de Carpentier, cuando Víctor Hugues reprocha a Sofía el malestar que a ésta le provocan las obras de construcción y acondicionamiento de los jardines de su palacio de Cayena.
"(...) Como la plataforma de la guillotina podía servir de buen escenario, la Máquina fue trasladada a un traspatio cercano, quedando en poder de las gallinas, que pasaron el sueño a lo alto de los montantes. Las tablas fueron lavadas y cepilladas para que en ellas no quedaran huellas de sangre, y tendiéndose una lona de árboles a árboles, comenzaron los ensayos de una obra preferida a todas las que se tenían en repertorio, tanto por su universal celebridad como por el contenido de ciertas coplas que habían anunciado el espíritu revolucionario: El Adivino de Aldea, de Juan Jacobo. Como los músicos traidos por Monsieur Faucompré eran poco numerosos, se trató de agrandar el conjunto con instrumentistas prestados por la banda de Cazadores Vascos. Pero, ante la poca ciencia de gente empeñada en ejecutar gallardamente sus partes con cinco compases de retraso, el concertador de la Compañía prefirió prescindir de sus servicios, quedando el acompañamiento del canto a cargo de la tecla, unas pocas maderas y los imprescindibles violines que Monsieur Anse se había encargado de adiestrar. Y hubo función de gala, una noche, en la Plaza de la Victoria. Noche de gala donde se volcó repentinamente el nuevorriquismo de la colonia. Cuando la gente de menos hubo llenado los linderos del espacio reservado a la gente de más, separadas de la plebe por cuerdas forradas de terciopelo azul con lazos tricolores, aparecieron los capitanes, cubiertos de entorchados, condecoraciones, bandas y escarapelas, acompañados de sus dudúes, enjoyadas, enajorcadas, consteladas, de piedras buenas y piedras malas, platas mexicanas y perlas de Margarita, hasta donde pudieran ostentarse. Esteban llegó con una Mademoiselle Athalie Bajazet rutilante y transfigurada, encendida de lentejuelas, en cueros bajo una túnica griega a la moda del día. Víctor Hugues y sus funcionarios, en primera fila, rodeados de mujeres piadoras y solícitas, se hacían pasar bandejas de ponche y vinos sin volver las cabezas hacia las últimas filas, donde se hacinaban las madres de las barraganas afortunadas, obesas, fondonas, cargadas de ubres, inexhibibles, que lucían vestidos fuera de moda, trabajosamente ajustados, con retazos y añadiduras, a sus desbordadas humanidades. Esteban observó que Víctor fruncía el ceño al ver que la llegada de Antonio Füet era saludada con una ovación, pero en eso sonó la Obertura y Madame Villeneuve, acallando aplausos, atacó el aria de Colette:
J'ai perdu tout mon bonheur
J'ai perdu mon serviteur,
Colin me delaisse ...
Apareció el Adivino con engolado acento de Estrasburgo, y prosiguió la acción, en medio del gozo general, muy olvidado del gozo que no hacía mucho tiempo promoviera, en tal lugar, la novedosa acción de la guillotina. El público, muy agudo en lo de agarrar alusiones al paso, supo aplaudir las estrofas dotadas de algún contenido revolucionario que el personaje de Colín, interpretado por Monsieur Faucompré, se afanaba en señalar con guiños dirigidos al Agente del Directorio, y a los oficiales y capitanes acompañados de sus amigas.
Je vais revoir ma charmante maîtresse
adieu châteaux, grandeures, richesses ...

Que de seigneurs d'importance
Voudraient avoir sa foi;
Malgrès toute leur puissance
Ils sont moins hereux que moi.
Y sonaron clamores de entusiasmo, al llegarse al Final, que fue preciso repetir cinco veces, ante la insaciable exigencia del público:
A la ville on fait bien plus de fracas
Mais sont-ils aussi gais dans leurs ébats?
Toujours contents
Toujours chantants.
Beauté sans fard
Plaisir sans arts
Tous leurs concerts valent-ils nos musettes?
Y hubo un fin de fiesta, con himnos revolucionarios cantados a todo pecho por Monsieur Faucompré, vestido de sans-culotte, seguido de un gran sarao en el Palacio de Gobierno, donde se brindó con vino de grandes cotos. (...)" pags. 211-12
"(...) Sofía deploraba que Víctor gastara tantas energías en el vano intento de crear, en esta selva entera, ininterrumpida hasta las fuentes del Amazonas, acaso hasta las costas del Pacífico, un ambicioso remedo de parque real cuyas estatuas y rotondas serían sorbidas por la maleza en el primer descuido, sirviendo de muletas, de cebo, a las incontables vegetaciones entregadas a la perpetua tarea de desajustar las piedras, dividir las murallas, fracturar mausoleos y aniquilar lo construido. Quería el Hombre manifestar su presencia ínfima en una extensión de verdores que era, de Océano a Océano, como una imagen de la eternidad. <<Diez canteros de rábanos me harían más feliz>>, decía Sofía por molestar al Edificador. <<Me parece estar oyendo El Adivino de la Aldea>>, respondía él, metiendo la cara en sus planos." pag. 329




La siguiente referencia musical de la novela se encuentra en una escena que hemos mencionado más arriba, al hablar de La serva Padrona de Pergolesi, y tiene lugar durante la celebración de la nochevieja del año 1799. En ella, además de la ópera anterior, se mencionan la escuela musical de Manhein [sobre la que podeis encontrar mas información en la entrada dedicada a las referencias culturales de El siglo de las luces, de este mismo blog] y se citan autores como Joseph Haydn, Johann Stamitz, Christian Cannabich y Georg Philipp Telemann.
"(...) Después de la gran comida nocturna que terminaba en el frescor de las diez, encendíanse guirnaldas de faroles en la gran explanada que había detrás de la casa, y dábase comienzo al concierto de una orquesta de treinta músicos negros, instruidos por un maestro alemán, antiguo violín de la Orquesta de Manhein. Sonaba, bajo un cielo estrellado -tan estrellado que parecía cargar estrellas en exceso-, la grave introducción de una sinfonía de Haydn, o alborotábanse los instrumentos en el gayo impulsivo de un Allegro de Stamitz o de Cannabich. A veces, con el concurso de algunos invitados dotados de buenas voces, llegábanse a interpretar pequeñas óperas de Telemann o La Serva Padrona de Pergolesi. Y así transcurría el tiempo, en aquellos días finales de un Siglo de las Luces que parecía haber durado más de trescientos años. (...)" pags. 274-75
Ya hemos visto y escuchado, mas arriba, La Serva Padrona de Pergolesi, por lo que ahora vamos a ilustrar la música de los otros compositores. De Haydn podeis escuchar el Largo-Allegro de la Sinfonía nº 84 en Mi mayor y el Adagio-Allegro spiritoso de la Sinfonía nº 86 en Re mayor, ambas pertenecientes al grupo de las Sinfonías de París. De Johann Stamitz podemos escuchar el Allegro del Concierto para viola en Re mayor op.1 y el Allegro non troppo presto del Concierto para trompa en Re mayor. De su hermano, Carl Stamitz, el Allegro moderato del Concierto para clarinete en Si mayor. De Cannabich escucharemos dos movimientos de la música para el balet Médée et Jason. Y finalmente, de Telemann podemos escuchar la Overture para 2 trompetas, cuerdas y continuo en Re mayor TWV55D17, la Overture y el Allegresse de la Suite para 2 oboes, cuerdas y continuo en Si mayor TWV55B10 y, el Concierto para trompa y orquesta en Re menor (La canzone dell'amore perduto).



Carlos Villanueva Abelairas (Universidad de Santiago de Compostela): "El discurso musical como arma política en la obra de Alejo Carpentier", <<ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura>>, Vol. 187, nº 751, Sep.-Oct. 2011, pags. 905-916, ISSN: 0210-1963

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